Mis Temores
Resulta que el pinche virus COVID-19
parece tener gerontofilia indiscriminada, es decir se raspa a ancianos y
ancianas por igual, ¡que vaina! Yo tengo
69 años y si bien no tengo “condiciones preexistentes” de las que atraen al
virus (diabetes, cardiopatías o inmunodeficiencias) si tengo un extenso pasado
como fumador lo cual puede colocarme en el grupo con el que le gusta coquetear.
Hace apenas
seis meses enterré a mi hermana menor víctima de un cáncer agresivo, lo cual me
enfrentó a la cruda realidad que de mi familia consanguínea, soy el último espécimen y que impelablemente
yo soy el que sigue, cómo y cuándo, solo Dios lo sabe.
El hecho de
haberme encontrado de repente con mi propia mortalidad me dejó “sensibilizado” pero
ahora, además del conato de guerra entre EEUU e Irán, el desmadre económico que
está generando la guerra comercial China-EEUU, la incertidumbre permanente que
genera el errático comportamiento del régimen en el país y la economía vuelta
leña, ¡viene un pinche virus chino a joderme la existencia!
¿Qué si
tengo miedo? ¡Puta madre, claro que lo tengo!, desde el elemental miedo a lo desconocido que trae la muerte
hasta el de vivir lo que yo muchas veces pronostiqué, un mundo al estilo “Mad Max”
pero además de estos miedos generales hay otras cosas a las que les estoy
empezando a temer:
Puede ser
que sea un soberbio, pero más que a enfermarme yo, le tengo miedo a que se
enferme mi esposa, el hecho que mis
hijas estén en el exterior me aterra en esta situación de encierro, aunque
ellas, mi yerno y mi nieta no se encuentran entre la población de mayor riesgo,
pero nunca se sabe…
Tengo miedo
que el negocio que me paga las cuentas se vea obligado a reducirse a su mínima
expresión, que pierda a algún miembro del equipo o que tenga que cerrar
definitivamente sus puertas.
Pero lo que
más miedo me da es el miedo mismo, ese indeseable compañero de viaje que
enrarece el aire que uno respira, que se solaza en arrebatarle el sueño por las
noches, que se adentra en nuestro cuerpo y contrae las arterias, acelera
nuestro corazón y desenfoca nuestra mente.
El miedo es
natural, es un mecanismo de preservación, pero cuando este miedo es aprovechado
por los medios para ganar audiencia, cuando los gobiernos de manera ignorante
toman medidas que intimidan a su población y las redes sociales se llenan de
estupideces, teorías de conspiración, rumores y falsedades, el miedo se
exacerba y lejos de ser un mecanismo de preservación nos corroe por dentro, nos
debilita y nos convierte en blanco fácil no solo del virus, sino de incontables
enfermedades.
La siguiente
historia ilustrará este punto.
Cuentan que
un día un peregrino se encontró con la Peste y le preguntó adónde iba
:
– A Bagdad –
le contestó ésta – a matar cinco mil personas.
Pasó una
semana y cuando el peregrino se volvió a encontrar con la Peste que regresaba
de su viaje la interpeló indignado:
– ¡Me
dijiste que ibas a matar a cinco mil personas, y mataste a cincuenta mil!
– No –
respondió la Peste. – Yo sólo maté a cinco mil, el resto se murió de miedo.
Por eso, a
pesar de ser viejo y de estar en el grupo de mayor riesgo me mantengo positivo,
no optimista, trato de asegurar la vida el día de hoy para poder luchar otro
día mañana, invito a mis compañeros de
jornada, a todos esos viejos (a la puñeta lo de la “juventud prolongada”) a que
no desesperemos, no dejemos que el miedo y la soledad nos venzan. Muchos de nosotros nos hemos enfrentado a la
muerte y temporalmente le hemos ganado, esperemos que con la ayuda de Dios
podamos hacerlo de nuevo.
Foto vía: https://www.goodfreephotos.com
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